Con una infinidad de colores en el rostro se dirige a decirle todo lo que siente, pero un trozo de sal que cae directo a su ojo le malogra el plan. Ahora, parece que hubiera estado llorando, así que ya no puede aparentar seguridad. Prefiere dejarlo para otro día. Su rostro está rojo.
Dos días atrás, Marcio estaba en la azotea de su casa con su perro al lado. Lanzó hacia el cielo una pequeña roca de sal que no cayó o, por lo menos, él no la vio caer. Lucía observaba ese día a Marcio; vio el trozo de sal elevarse, y también lo vio caer dos días después en el ojo de Christian.
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