I
Mariana tiene unas hermosas y metálicas alas, mientras que yo solo tengo un ridículo casco verde con antenas. Papá había armado ambos aparatos, pero nunca nos los había enseñado. Él siempre ensamblaba piezas para crear un montón de instrumentos, había hecho a Elliot y muchas otras cosas ya antes inventadas. Para Mariana y para mi, papá era un genio. Solo él nos hacía comprender cómo funcionaban las hélices de los helicópteros, la televisión, las antenas de las cucarachas y las alas de las mariposas.
Pero al señor Ramsés no le interesa eso, le interesa que haga contacto. Estoy agachado de cuclillas con la cabeza, el casco, las antenas hacia un pequeño orificio que hay entre la pared y la puerta de la cocina de la mansión. Ya han pasado quince minutos desde que me quedé en esta posición esperando localizar aquellos seres tan abominables. No me gustan las cucarachas, ¡las odio!, sobre todo, cuando no quieren salir de sus escondites para dejarse matar. Aunque en este caso, quisiera que aparezca alguno de estos bichos para tener otra compañía a parte del señor Ramsés.
Él es muy raro, igual que sus dos amigos. Parece una mujer. Mi padre diría que es un ‘marica’ y mi madre, que tiene mucha clase y fineza. Su cabello es muy negro y su piel es demasiado blanca, parece que se echara alguna crema en el cuerpo para aclarárselo. Sus labios son rojísimos y viste botas con tacos altos, lleva guantes y una prenda negra parecida a un traje de baño de mujer de una sola pieza. Tiene apariencia de cantante de rock gótico.
Mariana está en la sala principal revisando si hay arañas en el techo y Elliot está limpiando los cuartos. Por cierto, somos exterminadores de bichos. Hemos empezado a trabajar en esto recién hace tres meses cuando encontramos en el armario de papá el casco y las alas que ahora usamos. El casco tiene unas antenas que permiten hacer contacto con todos los animales que también tienen antenas y de las alas qué puedo decir, permiten volar.
Como yo solo tengo once años, Mariana dijo que no podía usar las alas porque eran peligrosas y me podía hacer daño. ¡Mariana es una tramposa! Cree que por tener quince años puede ordenarme. Yo soy hombre y debería mandarle. En cambio, Elliot no es de quejarse. Él utiliza la escoba para matar a los bichos. Es muy gracioso, se supone que es un robot, pero estoy seguro que tiene más sentimientos que mi hermana.
¡Por fin! Salió una cucaracha y parece que del orificio se asoman más. Veo de reojo al señor Ramsés y noto una sonrisa y mirada cómplice. Él entiende que debe guardar silencio. Los bichos comienzan a salir en filas y yo voy retrocediendo. Llevo mis brazos hacia mi espalda, cojo un aerosol de alcohol y otro que lanza llamas, rocío a todas las cucarachas con el líquido y luego una pequeñísima candela. Veinte segundos después todos los insectos están rostizados. La cocina se inunda de un terrible olor. El señor Ramsés se queja. “¡Elimina ese aroma ya! No lo aguanto”. Con otro espray perfumo todo con un olor a canela. ¡He terminado mi trabajo!, espero.